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HONESTA y PODEROSA CARTA que el ilustrador y espectador del Acto Intimo "PARIR. Volver al Viente" escribe sobre lo VIVIdo durante el estreno del Acto Intimo el 18 de Mayo de 2018 en el Teatro La Puerta Estrecha de Madrid.

 

Antes de que la sensación se disuelva, como se olvida un dolor, quiero escribir esto.

Tras presenciar la improvisación teatral de Actos Íntimos, un tumulto de pensamiento puebla mi cabeza. No es una obra de teatro al uso; creo que la teatralización de un dilema fisiológico-psicológico-filosófico. Tras la actuación Santi ha dado pie a que el público aportase experiencias y sentimientos. A mí me ha sacado como ilustrador, pero desde detrás de los actores me sentía fuera de lugar. Por mi cabeza surcaban ideas sueltas, pero no llegaba a capturarlas para poder formar una intervención coherente e interesante. Voy a proceder ahora a exponerlas aquí, con la relativa pausa que da el poder sentarse delante de un papel (aunque sea virtual) y escribir pudiendo ordenar, borrar, modificar el pensamiento antes de declamarlo (el acto de pulsar el botón de enviar).

 

Primero de todo, el valor que tiene una persona, un hombre, de presentarse al mundo con este deseo (sea realmente sincero o no, eso ahora no es relevante), con un conflicto fisiológico, pero planteado desde lo psicológico, pero sin entrar en lo social, en lo cultural, más que un poco, para decorar un poco el acto. Y estamos en el siglo XXI de la era cristiana, más las de cenas de siglos de humanidad anteriores. ¿Cuántas veces un hombre ha manifestado el deseo de parir?

 

Resulta curioso que en estos tiempos en los cuales las mujeres reclaman la igualdad, o al menos sus derechos, reprimidos por las culturas machistas, sea un hombre quien visibilice el acto de parir como algo deseable. Si quien hubiese hecho esta obra hubiese sido mujer, puede que no hubiese interesado a mucha gente, pero la paradoja de ser un hombre, la “imposibilidad” de su realización, conlleva prestar atención al problema, y ya de paso, reparar en las sensaciones que hay, que quedan relegadas a los círculos de mujeres, porque nosotros no podemos sentirlo, y a muchos de nosotros ni siquiera nos interesa, porque nos es “ajeno”, porque “es cosa de mujeres”. Pues este acto nos hace apenas poder intentar imaginar que pudiera existir esa posibilidad.

 

Luego se me pasaba una idea más moralista-ideológico-cultural, que es que un hombre se pudiera convertir en Creador. Está totalmente implantado que las mujeres son quienes traen al mundo a la humanidad; los hombres “solo” aportamos una semilla, pero la grandísima carga de la Creación recae en las mujeres. Y, a pesar de eso, solo ocasionalmente y en determinados círculos, se valora en alguna medida este “don”. Si nos ponemos en la tesitura de las actuales religiones mayoritarias, todos los dioses monoteístas son representado o idealizados como “hombres”. Hombres “creadores”, como escultores que juegan con barrito haciendo muñecos, pero no Pariendo sus criaturas. ¿Por qué las religiones no son biteistas? Un dios y una diosa, que, entre ambos, lo crean todo. No voy a seguir por aquí, porque se abre un amplio debate (aunque algunos sabemos la respuesta). ¿Qué pasaría si un hombre llegase a parir? Dejando de lado las bromas sobre la reina de Inglaterra o el caso de la Alhambra, que ofrecían un premio porque sabían que era imposible, si un hombre pudiese llegar a parir, SERÍA DIOS. Sería Dios desde el punto de vista patriarcal. Un hombre que es capaz de concebir, es un dios. Ya se ha perseguido la magia por ser consideraba blasfema por pretender emular a Dios. Parir podría ser considerado un sacrilegio, ir en contra de la “naturaleza” de lo que Dios ha creado.

 

Nos podemos reír de todo esto, pero a mí no me da ninguna risa. Lo que se ha planteado en esta obra podría ser materia para especulación y creación de historias de ciencia ficción, donde un hombre da a luz, y millones de personas crean una nueva religión. Lejos quedaría ya la mitología fantástica de las actuales religiones, donde justifican con lo injustificable (y encima, por ser precisamente injustificables las defienden con más fervor) yendo en contra de la Naturaleza. Las religiones nos han aislado de la vida, de la tierra, de los animales, de los ciclos lunares, … de la Naturaleza. Y para imponer el control, por la fuerza, se ha esclavizado a la mitad “concevidora” de nuestra especie para limitarla a su principal función, a la que el sexo masculino nunca podrá llegar a aspirar. Si ambos sexos pudiéramos parir, no habría machismo, seguro.

 

Ha tenido que será Santi Senso, o Senso Bejarano o Santiago Bejarano, sea cual sea su nombre real (por cierto, deberían hacerle una entrada en Wikipedia para aclarar esto y ya de paso para hacer una biografía canónica, ahí lo dejo), quien se arriesgue a sí mismo, a su cuerpo, a su voz, a su prestigio para poner sobre la mesa (o el parqué del escenario) una de las pocas cosas que nos diferencia realmente a una mitad de la humanidad de la otra. La naturaleza (o el designio divino, para quienes lo prefieran) es cruel y a los hombres no nos ha dado esa capacidad, así como las mujeres no podrían engendrar sin un espermatozoide (aunque todo se andará). Pero el problema que tenemos los hombres es mucho mayor, porque no se basa solo en la producción de una partícula contenedora de ADN, si no tener un cuerpo preparado para todo lo que viene después. Un hombre moriría por la descolocación de sus huesos y derrames internos; no estamos diseñados para ello. Para mí las mujeres son diosas. No creo en los milagros, pero si tuviera que creer en uno solo, sería la capacidad de dar a luz.

 

Y, ya para terminar, porque podría eternizarme y desvariar más, solo decir que, de la parte cuando las compañeras alegan razones por las cuales él no puede parir, cuando todas, menos una, ponen causas físicas, la única que dijo un problema psicológico o instintivo (si es que ambas cosas se pueden separar) alegó que “no tenía instinto materno”; pues yo digo que un hombre sí puede tener ese instinto. Yo no sé si ella le conoce (a Santi, el actor) lo suficiente como para psicoanalizarle, pero si su respuesta fuese genérica hacia todo el sexo masculino, yo le digo a ella que está equivocada. No digo que yo sea un buen padre, y menos digo que sea una “madre”, porque entonces su aparente calificación psicológica pasa a ser fisiológica encubierta, pero yo, personalmente, siento que estoy más en sintonía con mi hija que su propia madre; me siendo más “madre”, según lo que se considera tradicionalmente “ser madre” (aparte de amamantar), que es estar más tiempo, cambiarla, enseñarla lo básico de la vida… Su madre es menos empática, veo que le cuesta más. Yo lo veo todo más natural que ella. Me siento más “su madre”, hasta que llega el momento de “la teta”. Ahí mi papel se cae en pedazos y me tengo que quedar aislado en un rincón, impotente.

 

Con todo esto, quiero acabar felicitando a todo el equipo de Actos Íntimos, decir que ha sido un placer participar, humildemente, con mi dibujo, que es de los peores de la exposición, por no haber tenido las condiciones adecuadas para hacer algo mejor, y que agradezco la invitación de Santi para asistir gratuitamente a esta representación. Decir también que ha habido algo que ha atraído parte de mi atención, más allá de la fuerza de Santi en el escenario, pero no voy a decir qué ha sido porque quedaría mal. Pero es algo muy bueno J

 

Muchas gracias por todo y deseo que esta obra tenga gran acogida, que, día tras día, por su naturaleza improvisada, irá mejorando unos días, otros serán días malos, pero, en el fondo, iréis repartiendo “algo” que puede parecer absurdo o poco importante, pero es uno de los pilares de nuestra existencia en este mundo.

 

Un beso y muchos abrazos a todas.

 

Guillermo Velasco

 

 

P.D. Ahora recuerdo otro asunto que ya no sé cómo meter en toda la parrafada anterior, así que lo pongo como coletilla. En el cuaderno íntimo ya he puesto algo al respecto: el año 2005, durante un curso de teatro, llegué a una conclusión, y lo manifesté como ejercicio de actuación: me gustaría ser mujer, pero no cambiándome “en esta vida”, si no, que, en una próxima, me gustaría ser mujer. Eso puede ser visto como algo raro, pero Santi, por su propia naturaleza, también lo ha manifestado en la obra, y por eso lo rescato (creo que lo habré dicho como mucho dos o tres veces a alguien, únicamente). Y por ello, en respuesta a la pregunta de ¿Cuándo he vuelto a nacer? He puesto que fue cuando nació mi hija; ya que yo no lo soy, de algún modo proyecto ahora mi propia existencia en ella. Mientras otros padres tienen hijos y luego se reúnen entre amigos y tienen a los niños apartados, jugando entre ellos o aburriéndose, yo me quedo con ella y soy su amigo, alguien con quien jugar; y me dan igual los demás adultos.

 

Creo que mi facilidad o empatía para con los niños, me ha facilitado mi faceta de padre-madre (ah, decir que yo la cuido por las mañanas, ya que trabajo –cuando tengo trabajo– en casa; soy su “niñera”, su “guardería”), y me siento muy a gusto con ella; siento que la entiendo y ella me entiende –hago porque me entienda, claro–. Siento que hay algo que nos une mucho, más que lo que une a otros padres, aunque eso es una opinión subjetiva que posiblemente también tengan otros padres o madres. Ahora mi vida tiene el valor que ella tenga, ya todo me da igual, lo único que me importa es enseñar y legar lo mejor posible a mi hija antes de que me vaya.

 

Y ya me voy.

 

Espero poder contarle mi idea a Santi antes de que os vayáis, aunque creo que, después de una obra tan potente como esta, la mía creo que no está a la atura de Actos Íntimos, pero, como el NO ya lo tengo, no pierdo nada por intentarlo.

 

Ya. Se acabó. No más. Guardo. Cierro. Envío. Me olvido. Gracias. Adiós.

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Ilustración de Guillermo Velasco

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