Asistì al #ActoIntimo #CastaPesteyEternidad #UnaApologiaDelAmor del pasado domingo 27 de Enero, en el marco de @santiagooff en @TeatrodelPuente, con grande curiosidad e interés porque la propuesta de Santi Senso venía antecedida por relatos entusiastas de queridas y admiradas colegas que ya habían tenido la oportunidad de trabajar con él. Agradecida por el flechazo del encuentro humano y profesional que esta experiencia dejó en mi corazón, aquí mis sensaciones para el #cuadernointimo que este “torero” teatral de la libertad y el amor está elaborando.

Más que a un espectáculo propiamente tal, si bien asimismo riquísimo de espectacularidad y belleza, @santisenso nos invita y compromete, con extraordinarias dosis de seducción, talento y encanto, a un ritual colectivo y, a la vez, intrínsecamente íntimo. Su valencia política, aun antes que artística, radica justamente en una ritualidad íntimamente colectiva, siempre nueva y diversamente “vulnerada”, “conquistada” y “penetrada”, que varía y se transmuta por la participación del público, que se resta o se suma a la seductora dirección en vivo, en un aquí y ahora intrínsecamente único e irrepetible, de este gran “torero”, como su hermano, actorazo, director y dramaturgo que re-escribe y re-dirige la propuesta, noche a noche, provocando e inspirando en cada uno de nosotros sensaciones, recuerdos, desgarros y sonrisas, identidades, memorias y reflexiones… Ternuras y olores.. A posteriori, uno entiende perfecto que no es para nada casual que este ritual empiece al “desnudo” y de una forma tan sutilmente onírica y sensible para devolvernos y reencontrarnos, íntimamente, con todos esos pedacitos olvidados de nuestra infancia y re-conectarnos con el/la niño/a que llevamos adentro, más o menos oculto y herido, forjado, vulnerado y penetrado en nuestro presente justamente por y desde el encuentro con los otros, los padres, la familia, los compañeros de vida y aventuras, los amores ..

Pero, por sobre todo, diría nos devela y vulnera revelándonos muy concretamente el ayuno existencial de vida verdadera, de amor, gritos, risas y caricias que sufrimos a diario y el consecuente hambre de diálogo real, físico y espiritual concreto, de encuentro o desencuentro de los cuerpos y de las almas en vivo y en directo. El hambre transversal de comunión que significa ser y estar verdaderamente en cuerpo, alma, células, emociones y miradas, “vulnerables” frente al otro, de verse, relacionarse y reconocerse en el otro, mirándose de verdad a los ojos, rozando cuerpos y sintiendo muy física y emocionalmente los abrazos, así como los abandonos, y, a través de ese encuentro, a menudo tan humana y contradictoriamente “des-encontrado”, compartir emociones, recuerdos y opiniones. En esto sentí más que en cualquier otra cosa la valencia política, artística y existencial del concepto de vulnerabilidad como acto intimo/colectivo de amor. En ella la rebeldía y grito de alerta de esta propuesta. Porque estamos viviendo en un contexto social, humano, artístico, cultural, y suma y sigue, donde toda relación corre el riesgo muy concreto de ser constantemente filtrada y vehiculada por nuestros smartphones, “pantallas” de todo tipo y redes sociales, intrínsecamente deshumanizadas. Porque nos hemos acostumbrados, más o menos conscientemente, a la comodidad de las máscaras que nos protegen constantemente de dejarnos “vulnerar” y modificar por y en el encuentro real con el otro, privándonos de paso de la potencial riqueza que implica dicha vulnerabilidad; a la comodidad y, en última instancia, burda cobardía que implica declarar nuestro amor o dolor por WAP, a definir nuestra artificiosa imagen y vida a través de Instagram, nuestras relaciones vía FB y compartir nuestras opiniones y batallas sociales por Twitter. Porque incluso el intercambio físico de los cuerpos queda a menudo supeditado al poderío tan engañoso de esta modalidad de relación. Y también porque nos hemos acostumbrados a vivenciar nuestras experiencias artísticas y culturales a través de tal cantidad de filtros, estímulos tecno-sensoriales y efectos especiales, que se nos olvida que otra cosa es con guitarra, otra cosa son los cuerpos que hablan y silencian, gritan y censuran, otra cosa son los corazones que palpitan o se suicidan en vivo. Expresar cualquier sentir, opinión o emoción, sin filtros, mirando a los ojos a otro ser humano, haciéndose cargo de lo que nuestro sentir provoca en el otro, de cómo lo remece y “penetra” su alma, o de cómo, por el contrario, lo deja indiferente en todo su ser, implica la valentía del guerrero de la vida, de la alegría y el dolor, y del amor que propone @SantiSenso.

El teatro ha sido desde siempre el espacio “protegido” para esta catarsis intrínsecamente humana, a la vez colectiva e íntima, y me parece que sigue siendo hoy como hoy la herramienta cultural que puede romper el artificio, paradojalmente desde el artificio mismo, y devolvernos al encuentro descarnado y en vivo de los cuerpos y las almas, siempre y cuando implique “vulnerabilidad”, “desnudar el alma” y “peligro” tanto para los creadores como para el público y no se reduzca a un mero ejercicio estético/intelectual donde actores y público se mantienen cómodos y imperturbables en sus respectivos roles. Y @SantiSenso sin duda extremiza justamente esta premisa y, al hacerlo, nos devuelve una imagen de nosotros mismos a la vez cálida y perturbadora, amorosa y estremecedora, hambrienta de vida, amor, abrazos y diálogo, siempre íntimamente real, “vulnerada”, “penetrada” y “conquistada”, siempre conjunta, porque nos devuelve a la esencia misma de nuestro existir: seres humanos fisurados y contradictorios, intrínsecamente hambrientos de esos encuentros/desencuentros y de esos amores/desamores, de ese contacto realmente humano, que nos forja y nos revela que somos humanos y aun estamos vivos. ALESSANDRA GUERZONI.